sábado, 17 de marzo de 2018

Retropost #2063 (17 de marzo de 2008): Lo que la Universidad no pide


A resultas de un artículo que publiqué en el Rincón de Opinión de la Universidad (y que por cierto ha desaparecido de allí, como otros...) tengo una entrevista con un responsable universitario, el Adjunto al Rector para Tecnologías de la Información y Comunicaciones...  Me cita para cambiar impresiones, visto lo crítico que había sido en el artículo con la política de comunicaciones e informática de la Universidad. Y me dice que es una novedad que alguien se interese por estas cuestiones, y demande medios interactivos, porque no es en absoluto lo habitual en la Universidad. De mi conversación con él extraigo algunas coincidencias, algunas divergencias, y este panorama de conjunto que no le atribuyo ni a él ni a mí—pero que puede que diagnostique en parte cómo está la cuestión de la administración y uso de la información y la informática en la Universidad.

Yo echo en falta más uso de las nuevas tecnologías interactivas no digo ya en la docencia, o en la difusión de la investigación (cuestiones en las que ni siquiera entro en esta ocasión) sino en la administración y funcionamiento básico, en la organización de la Universidad como espacio comunicativo. Se hace un uso abusivo del correo electrónico al faltar foros, páginas web dinámicas, blogs, donde pueda hacerse disponible la información relativa a cada área de interés: centros, departamentos, grupos de trabajo e investigación, titulaciones...

Hay en la Universidad muchas actividades (más podría haber aún con información adecuada), pero muy poca información organizada  sobre ellas. Hay, por supuesto, mucha ignorancia sobre cuestiones básicas de informática, a pesar de los progresos que se van notando.  Sin ir más lejos, a miles de personas cada año hay que instalarles el MS Office en el ordenador, que ni eso saben hacer. Hay bastante analfabetismo informático—no menos entre el Consejo de Gobierno que entre los profesores de a pie. La revolución informática ha pillado a la universidad con el pie cambiado, y va a rastras, parcheando en lo que puede; los puestos de trabajo de administrativos informáticos son insuficientes, y apenas se han cubierto cuando sus funciones o formación han quedado atrasadas, pues se requieren nuevas capacidades, surgen nuevas herramientas. Hay que atender a lo más urgente y reclamado, sin soñar con seguir el paso a lo que se va inventando, por interesante que sea ... la informática se mueve mucho más deprisa que la universidad, y no digamos que la administración universitaria.

Un sistema de comunicaciones interactivo requeriría alguien que se ocupase de mantenerlo. No hay bastantes administrativos en los centros, y los profesores o no tienen formación o requerirían descargas docentes para hacerlo. Tampoco puede esto permitírselo la Universidad. Sobre todo, porque no hay demanda. Nadie lo quiere. No hay presión desde abajo. Podría pensarse que sería labor del Rectorado el poner esta infraestructura básica de comunicaciones—igual que se pone la red telefónica—y que así, tirando del personal, se le introduciría en ello, se difundiría el uso y se beneficiarían la actividad y el dinamismo de la comunidad universitaria. Pero no: no funciona así la cosa. El Rectorado, a través del servicio de informática, está más interesado en atender a lo que se demanda (como buenamente puede) que en tener iniciativas respecto a lo que no se demanda.

Y el hecho es que no hay demanda de mejores informaciones, de más transparencia, más accesibilidad, mayor posibilidad para el diálogo y la toma de palabra. Se creó el Rincón de Opinión de la Universidad y está infrautilizado: la Universidad opina poco—en términos estadísticos, podemos decir que ni opina ni está interesada en opinar más. Es una universidad autista. Ojo, la gente trabaja, y se comunica: trabaja en su línea establecida, cultiva su currículum, dentro de los parámetros heredados, y se comunica con su pequeño grupito o feudo. Pero no existe la voluntad de una mayor apertura o mayor diálogo o intercambio de información, opiniones, debate.... en absoluto. La mayoría de los profesores son sencillamente inertes en este sentido: están aposentados en su rutina, y no perciben estas necesidades ni en realidad desean tener más información ni mayor capacidad de acción o participación.

Hay unos poquitos que son activos: jefes de equipos, directores de centro, grupos políticos (diminutos, realmente diminutos, éstos). Pero todos éstos tampoco están interesados en mayor difusión de la información. Parte de su poder e influencia y actividad viene del control de la información y la dosificación de la misma según su criterio. Un nuevo régimen informativo (que no puede llegar por otra parte, siendo las bases lo que son) haría peligrar estos procedimientos de funcionamiento por grupitos o corrillos o feudos jerárquicos. El principal problema que viene a la mente de un gestor académico cuando se plantea la idea de un foro o blog (y no digamos ya de uno por centro o departamento o titulación) es cómo controlar lo que allí se dice. Los profesores funcionarios (y no digamos los no funcionarios) no son fiables al parecer, no se les puede dar la palabra sin más. Hay más temor a que nos creen problemas que percepción de la riqueza que supone la capacidad de comunicación. Cómo de mayores posibilidades de comunicación organizada surgen la colaboración, el pensamiento, la difusión del conocimiento, la comunidad, el dinamismo intelectual—aparte de los "problemas".

Pero, desde un punto de vista estrechamente administrativo, los directores de centro no querrán tener un foro en su centro, porque les daría más problemas de los que les solucionaría: crearía conflictos, requeriría control... La administración universitaria está más interesada, en la práctica cotidiana de su labor, en evitar problemas que en potenciar el conocimiento o la comunicación usando estos medios. Es mejor para la buena administración que la universidad siga inmóvil, parada; será triste, pero a ese diagnóstico lleva la realidad de los hechos, y un vistazo al panorama. Ella misma se coloca su propio nivel. Habrá otras universidades más dinámicas, quizá. Esta, no. Ni lo es, ni lo será, porque quienes ejercen la influencia académica prefieren de hecho la rarefacción del discurso (como decía Foucault), y las grandes masas de proletariado docente no están interesadas en demandar ni en hacer uso de mayores posibilidades de acción o de comunicación. ¿Experimentos? Aquí, no. El ambiente es el que es.

Y si en un arranque de despotismo ilustrado un nuevo Rectorado se lanzase a potenciar la Web 2.0 en la comunicación universitaria... se toparía con un muro de silencio, indiferencia e inacción, probablemente.

Es difícil concebir a qué va abocada una institución con actitudes semejantes hacia el nuevo régimen de comunicaciones. Desde luego, este proceder no es "universitario" en el mejor sentido que tiene esa palabra. En el peor, por desgracia, sí.




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